viernes, 13 de febrero de 2009

La pesca artesanal: un panorama para nada alentador


Por fernando peyrano

¿Qué es la pesca artesanal? Para dar una definición concreta se puede referir a lo que dice la legislación bonaerense: “denominase Pesca Artesanal a toda actividad pesquera extractiva destinada a la captura, extracción y/o recolección de recursos vivos acuáticos, realizada por personas físicas o jurídicas en forma directa y habitual”.

Por su parte, el Consejo Federal de Pesca deja sentados algunos lineamientos para poder especificar un conjunto de requisitos que ayuden a identificar a una actividad de pesca, en particular, como artesanal. En este sentido, las personas deben realizar las extracciones de las especies acuáticas de forma manual, desde embarcaciones menores o desde la costa, utilizando técnicas simples de extracciones (redes playeras, agalleras, trampas y artes de anzuelo) siempre con la intervención directa de los pescadores. A su vez, resulta como artesanal toda actividad realizada dentro de un ámbito marítimo teniendo como límite las doce millas náuticas.

Pero más allá de las conceptualizaciones formales dadas por el marco jurídico y por otras reglamentaciones vigentes, el sector pesquero artesanal involucra a centenares de familias de Bahía Blanca y de la región costera, dedicadas a las tareas de extracción, comercialización y procesamiento.

Son estas familias las que prueban, en carne propia, los sinsabores y las problemáticas del sector; un dato objetivo alude al hecho de que la cantidad de hogares que tienen a la pesca como la fuente principal de ingresos, ha disminuido dramáticamente durante las últimas décadas, siendo un proceso que se intensificó durante los años más recientes. Lo cierto es que el sector está siendo atravesado por una crisis casi terminal y esto se constituye como una muestra más de la desatención y la desvalorización que la Argentina practica hacia sus recursos naturales.

Un síntoma de esta crisis y de la decadencia de esta actividad consiste en observar que los pescadores se relacionan, actualmente, con su empleo de manera temporaria, dedicándose sólo a la realización de capturas cuando la temporada es alta. Los memoriosos dejan soltar un aire de nostalgia cuando recuerdan que años atrás los resultados que se obtenían durante el periodo fuerte de pesca les permitían afrontar, con dignidad, la subsistencia en el resto del año. La imposibilidad de guardar un excedente que les daba la oportunidad de concentrarse en un único trabajo, los ha obligado a acudir a otras fuentes de ingreso, es decir, a buscar otros empleos cuya naturaleza, en muchos de los casos, nada tiene que ver con la pesca artesanal.

Otros de los signos que se encargan de señalar que los tiempos mejores quedaron atrás, se vincula con las plantas procesadoras que también han sucumbido ante la quiebra de la actividad. Cuando las épocas eran de esplendor, la gran mayoría de los pescadores estaban nucleados en la Cooperativa Pesquera Whitense; su destino fatal no pudo borrarse ni siquiera con la intervención de la iniciativa privada, pues poco tiempo después debió colocar en sus instalaciones el cartel que anunciaba su venta.

Sus herederos no corrieron mejor suerte. El Frigorífico Galván y Enfripez sólo existen en los libros de historia del sector. El contexto actual se encuentra dominado por dos procesadoras emplazadas en Ingeniero White pero que no logran imitar el desempeño propio de los días de auge y brillo de la pesca artesanal. Estos dos establecimientos han visto reducir fuertemente la utilización de su capacidad instalada.

Ahora bien, la pesca artesanal gira en torno a dos cuestiones que sirven para ilustrar la situación actual del sector, cuestiones que están relacionadas entre sí y que alcanzan para dibujar un círculo vicioso que se configura como el encierro de los protagonistas de esa actividad en una suerte de laberinto que, hoy por hoy, parece no encontrar una salida que no sea sinónimo de palabras como ruina o abandono.

En primer lugar, el conflicto central pasa por la escasez del recurso pesquero dentro de la Ría de Bahía Blanca, una realidad que se repite en el resto del Mar Argentino. Estudios, realizados para el análisis de este hecho traumático también desde la perspectiva medioambiental, han llegado a la conclusión de que el periodo 1978-1981 se corresponde con la época de mayor auge en el puerto local y aseguran, además, que la captura diaria, por aquellos años, resultaba en un volumen ínfimo en relación al stock existente en la ría.

Pero ¿qué es lo que hizo que se haya provocado una caída dramática, en términos cuantitativos, de las especies acuáticas? Existen, al menos, dos posturas que intentan hallar alguna explicación sobre la ocurrencia de este fenómeno. Por un lado hay quienes sostienen que los permanentes dragados y la contaminación que nace a partir del vertido de desechos a las aguas, se configuran como los determinantes principales de que el alimento de los peces se haya degradado, incrementando así los niveles de mortandad de la población del estuario. Desde otra óptica, afirman que la sobreexplotación se conforma como la gran responsable de la escasez, una práctica que es fruto del mal manejo que se está haciendo sobre la ría.

El segundo elemento que ayuda a caracterizar y a comprender la complejidad de la situación que toca vivir a estas personas, se encuentra relacionado con el flujo de ingresos, cuya tendencia también marcha hacia la baja. El principal factor se debe a la fuerte caída en la producción, hecho que nace de la escasez del recurso. Las estimaciones que se realizan conducen a un ingreso promedio, a nivel mercado, de cuatrocientos cincuenta mil pesos, una cifra situada muy por debajo de la que se daba a principios de la década de 1980, fecha en la que, si se realizara el mismo cálculo pero a los precios actuales, se registraría una facturación equivalente a los seis millones de pesos anuales.

Todos estos aspectos se combinan y determinan una situación de una muy baja rentabilidad para cada una de las familias volcadas a la pesca artesanal. Y esto se vuelve un factor que entorpece la supervivencia y la prosperidad de los pescadores. La baja rentabilidad impide nuevas inversiones, las cuales, permitirían renovar lanchas y otros equipos que facilitarían superar los problemas de tiempo y combustible que suponen movilizarse hacia lugares donde se concentra la pesca; en otros términos, esto lograría trasladarse a aquellas latitudes del mar en donde existe la posibilidad de obtener un mayor volumen de capturas afrontando menores costos.

El cuadro de situación se complica por las condiciones de los pescadores artesanales que no representan más que los efectos de la decadencia por la que atraviesa el sector. Los pescadores artesanales y sus familias no están contenidas en un régimen de seguridad social, por lo que, si el jefe de familia se enferma, su atención no se encuentra contemplada por obra social alguna; y si se ve quebrantada su salud, el ingreso de la unidad familiar es nulo, pues la única fuente de renta proviene de la persona que se ve imposibilitada a trabajar.

Cabe destacar también el riesgo al que se exponen los trabajadores, ya que es alta su exposición al frio y a la humedad en invierno, junto con una notoria ausencia de horas destinadas a una adecuada alimentación y al descanso.

Estas conclusiones –respaldadas por numerosas investigaciones y estudios realizados, entre otros, por la Universidad Nacional del Sur- dan testimonio de la crudeza y el deterioro en la calidad de vida de quienes han decidido llevar adelante el arte de la pesca como principal sustento. La caída en el desarrollo del sector arroja un manto oscuro acerca de una realidad que no recibe la atención que debería concretarse.

Pero no sólo debe ponerse el acento en la performance económica de una actividad sino que aparecen otros aspectos preocupantes que dan cuenta del impacto socio-ambiental de todos estos hechos, aspectos que hacen referirse a la depredación de recursos acuáticos que han sido puestos en peligro de extinción o al borde del exterminio, aspectos que aparecen en la superficie cada tanto, cuando deciden emerger de la profundidad de los océanos.

Este diagnóstico no se revertirá hasta que la Argentina no resuelva tomar conciencia acerca de la riqueza que la Naturaleza le otorgó, una riqueza desperdiciada por propios y aprovechada por intereses foráneos. La Argentina asiste a una especie de expropiación de sus recursos naturales (recursos pesqueros, agua, suelo, minería, etc.) y lo alarmante es su pasividad hacia estos episodios, su indefensión, su no reacción al saqueo de lo que naturalmente le pertenece.

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