Por Matias de angelis
Tras varios años de ausencia en el vocabulario nacional empezaron a sonar, por estos días, tres letras que provocan ciertos escalofríos a muchos argentinos: F.M.I.
A primera instancia, es extraño que el susurro de tal insignificante sigla genere tantas sensaciones, pero si revisamos nuestra relación histórica con el organismo podemos encontrar algún sustento a tal sentimiento.
El Fondo Monetario Internacional, en épocas pasadas, era palabra recurrente en los funcionarios argentinos que acudían a tal institución ante necesidades de financiamiento, pero también muchas veces a buscar las soluciones que no éramos capaces de crear internamente para resolver nuestros problemas. Sus “recetas” eran tomadas prácticamente como la única solución y otras tantas en forma inevitable para conseguir dinero fresco. Sin embargo, luego de la crisis del 2001 empezaron a subir el volumen voces en contra de la políticas recomendadas por el organismo (enmarcadas en el denominado consenso de Wasghinton) bajo el argumento que fueron sus políticas las que llevaron al país al borde de la disolución.
En el año 2005, el gobierno de Néstor Kirchern hizo eco de las criticas y canceló en forma anticipada el total de la deuda, que por ese entonces, rondaba alrededor de los 9 mil millones de dólares. El pago fue efectuado con parte de las reservas internacionales y generó, entre los especialistas, visiones encontradas. Es cierto que desde el punto de vista político significo liberar al país de las imposiciones de medidas públicas a aplicar por el estado nacional, pero desde el punto de vista financiero la realidad demostró que se saldo una deuda cuyo interés era del 4% para financiarse, más tarde, a tasas del 15% mediante la venta directa de títulos públicos al gobierno venezolano.
Desde aquel entonces y hasta ahora, el FMI sólo era nombrado para criticarlo y pedir la reformulación del organismo.
Pero este año, ante la difícil situación internacional no se descarta en el ejecutivo volver a solicitar plata fresca al organismo para hacer frente a los importantes vencimientos de capital que vencen en el 2009. Suena paradojal, entonces, que sea el gobierno de Cristina el que deba realizarlo, tras la actitud de su esposo y ex presidente, de cancelar el pasivo en su anterior gestión. Por lo tanto, en Olivos si bien no lo descartan, se sabe que es la última carta a la que van a recurrir.
Es por esta razón, que en estas semanas se lanzaron distintas medidas que apuntan a despejar el horizonte de vencimientos de deuda. En este sentido, el canje de préstamos garantizados se visualiza como el inicio de un camino; y la renegociación con los holdout y el club de Paris, quizás, sean los siguientes pasos que deberá seguir el ejecutivo para esquivar al organismo internacional como prestador de ultima instancia.
En definitiva, por el momento, parece improbable que el ejecutivo acuda al FMI en busca de ayuda financiera. Tal situación puede ser explicada por una sencilla razón: el 2009 es un año electoral, y si bien, el FMI puede sumar plata fresca a las arcas del estado, en las urnas resta votos.
Tras varios años de ausencia en el vocabulario nacional empezaron a sonar, por estos días, tres letras que provocan ciertos escalofríos a muchos argentinos: F.M.I.
A primera instancia, es extraño que el susurro de tal insignificante sigla genere tantas sensaciones, pero si revisamos nuestra relación histórica con el organismo podemos encontrar algún sustento a tal sentimiento.
El Fondo Monetario Internacional, en épocas pasadas, era palabra recurrente en los funcionarios argentinos que acudían a tal institución ante necesidades de financiamiento, pero también muchas veces a buscar las soluciones que no éramos capaces de crear internamente para resolver nuestros problemas. Sus “recetas” eran tomadas prácticamente como la única solución y otras tantas en forma inevitable para conseguir dinero fresco. Sin embargo, luego de la crisis del 2001 empezaron a subir el volumen voces en contra de la políticas recomendadas por el organismo (enmarcadas en el denominado consenso de Wasghinton) bajo el argumento que fueron sus políticas las que llevaron al país al borde de la disolución.
En el año 2005, el gobierno de Néstor Kirchern hizo eco de las criticas y canceló en forma anticipada el total de la deuda, que por ese entonces, rondaba alrededor de los 9 mil millones de dólares. El pago fue efectuado con parte de las reservas internacionales y generó, entre los especialistas, visiones encontradas. Es cierto que desde el punto de vista político significo liberar al país de las imposiciones de medidas públicas a aplicar por el estado nacional, pero desde el punto de vista financiero la realidad demostró que se saldo una deuda cuyo interés era del 4% para financiarse, más tarde, a tasas del 15% mediante la venta directa de títulos públicos al gobierno venezolano.
Desde aquel entonces y hasta ahora, el FMI sólo era nombrado para criticarlo y pedir la reformulación del organismo.
Pero este año, ante la difícil situación internacional no se descarta en el ejecutivo volver a solicitar plata fresca al organismo para hacer frente a los importantes vencimientos de capital que vencen en el 2009. Suena paradojal, entonces, que sea el gobierno de Cristina el que deba realizarlo, tras la actitud de su esposo y ex presidente, de cancelar el pasivo en su anterior gestión. Por lo tanto, en Olivos si bien no lo descartan, se sabe que es la última carta a la que van a recurrir.
Es por esta razón, que en estas semanas se lanzaron distintas medidas que apuntan a despejar el horizonte de vencimientos de deuda. En este sentido, el canje de préstamos garantizados se visualiza como el inicio de un camino; y la renegociación con los holdout y el club de Paris, quizás, sean los siguientes pasos que deberá seguir el ejecutivo para esquivar al organismo internacional como prestador de ultima instancia.
En definitiva, por el momento, parece improbable que el ejecutivo acuda al FMI en busca de ayuda financiera. Tal situación puede ser explicada por una sencilla razón: el 2009 es un año electoral, y si bien, el FMI puede sumar plata fresca a las arcas del estado, en las urnas resta votos.
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