miércoles, 11 de marzo de 2009

Educación y control


Por Mauro Benente (maurobenente@yahoo.com)


El inicio de clases, tanto como el no inicio por motivos que suelen relacionarse con la falta de inversión en la actividad, merecen algunas reflexiones. En particular me interesará articular dos elementos –la educación y el control- que cuando el no inicio de clases es decretado, se presentan como enfrentados, desafiados.
Cuando las clases no comienzan porque se acusa la falta de inversión, el escaso sueldo de los cuerpos docentes, en general se sostiene que es más fácil controlar a la población cuando no está educada. Me interesará, pues, mostrar lo contrario. Mostrar a la educación como herramienta de control.
Si bien con elementos que podrían encontrarse en la llamada Escuela de Frankfurt, en 1970 Louis Althusser –quien le dio una impronta estructuralista al marxismo- se preguntaba en su famosa obra Ideología y Aparatos Ideológicos de Estado, cómo era posible la reproducción de las condiciones de producción, cómo era posible que aquellas condiciones e instituciones que sometían a determinados colectivos, fuesen defendidas por estos colectivos. Esto era posible, al decir de Althusser, gracias al funcionamiento de los aparatos ideológicos de estado. Entre ellos, junto con la Iglesia, la familia, entre otros, se encontraba la escuela. En la escuela se enseña a sumar, a restar, a leer, a escribir, todos elementos que serán empleados en la producción; son instrucciones para los obreros, los técnicos, los ingenieros. Se enseña a dar órdenes, a recibir órdenes. Se enseña, pues, lo que será la vida del trabajo; se asegura, en términos del filósofo argelino, la reproducción de las condiciones de producción.
Michel Foucault, autor francés, estudió con Althusser pero no fue un continuador de sus postulados. No obstante, también trazó mantos de reflexión sobre los institutos de educación formal. En sus trabajos, conferencias y cursos desarrollados en la década de 1970, Foucault se preocupará por analizar lo que denomina sociedad de disciplinaria, una sociedad en la que los individuos estarán constantemente sujetos a la vigilancia, a los exámenes. Vigilancia, control y corrección, serán los elementos fundantes de esta sociedad disciplinaria. Examinados, vigilados, controlados y corregidos por el jefe de la oficina, el médico, el director de la prisión, el maestro de la escuela. Quien ejerce este poder, no sólo vigila sino que también crea un saber alrededor de su actividad. Para el caso de la disciplina educativa, el saber será la pedagogía. Las instituciones educativas –al igual que otras instituciones de esta sociedad disciplinaria, ya que la mayoría comparten similares caracteres- estarán encargadas de controlar a los individuos en su aspecto temporal, fijando un horario de salida, de entrada, de descanso. También se controlan los cuerpos, se constituye cuerpos reformados, corregidos, capaces de cualificarse. Se controla lo temporal para que el tiempo se transforme en tiempo de trabajo y, el cuerpo, en fuerza de trabajo.
Hasta aquí todo sombra, noche cerrada, oscuridad. Todo lo contrario de lo que el discurso de la ilustración atribuye a la educación, cuya función sería dar luz al alumno –etimológicamente quien no tiene luz-. Frente a aquello de que el pueblo sin educación es más fácil de controlar, un paradigma que propone a la educación como instrumento, como herramienta de control.
Esto no implica, tal vez, dejar de educarnos en las instituciones formales, dejar de ir a la primaria, a la secundaria o la universidad. Tampoco implica ver al docente, al director de escuela, como el malo que controla. No hay aquí malos ni buenos, sino sujetos inmersos en prácticas.
De lo que se trata es de afrontar con una actitud crítica nuestro paso por estas instituciones. Adoptar una actitud crítica en los papeles que desarrollamos en estas instituciones, papeles que, como en las obras de teatro, pocas veces son escritas por sus actores. Tal vez de lo que se trata, sea de construir a partir de la paradoja, de la aporía. De pensar en la libertad a pesar y a partir del control. Potenciar la resistencia que siempre existe, y que si no existiera no habría necesidad de control, tal vez sea uno de los desafíos educativos.

* Abogado (UBA) –título en trámite- y estudiante de Ciencia Política (UBA). Becario UBACyT –categoría estímulo- con lugar de trabajo en el Instituto de Investigaciones Jurídicas y Sociales Ambrosio Lucas Gioja de la Facultad de Derecho de la UBA. Miembro de la Revista Derecho y Barbarie.

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