Por Fernando Peyrano (fpeyrano@periodicoatico.com.ar)
Faltan siete meses y medio para las elecciones legislativas y ya sobrevuela el fantasma del fraude que amenaza con trastocar y arremeter contra la voluntad de la mayoría popular. La elección presidencial de 2007 estuvo teñida y salpicada por un montón de irregularidades que no hicieron más que empañar o enrarecer el clima de aquella fiesta cívica y desmentir, de alguna manera, al ministro del Interior –hoy a cargo de la cartera de Justicia y Derechos Humanos- el verborrágico Aníbal Fernández, que aludía al acto eleccionario como algo semejante a una caja de cristal, debido a la limpieza y transparencia del comicio.
Pero más que una caja de cristal se pareció, de acuerdo a la lectura de los líderes opositores, a la Caja de Pandora, ya que una vez abierta, escaparon los viejos vicios y las clásicas trampas de la eterna y protohistórica clase política.
El arco opositor, reunido en el Foro para la Reforma Política –un espacio integrado por la Unión Cívica Radical, la Coalición Cívica, el PRO, el Partido Socialista, el Partido Nuevo y el MST- comenzó proponer una serie de mecanismos que tienen como objeto contrarrestar y evitar la intervención de la “mano fraudulenta”.
Uno de esos mecanismos es lo que se denomina como boleta única. Este cambio en el sistema electoral derrumbaría al régimen actual, en el cual, cada partido político presenta su propia boleta, y abriría paso a uno nuevo, caracterizado por el encuentro entre el elector y una hoja única en el cuarto oscuro; en ese papel figurarán todas y cada una de las alternativas que conforman la oferta total para el votante, quien deberá marcar con una cruz el casillero que se corresponde con la lista que constituye el objeto de su preferencia.
Bajo las circunstancias del hoy, cada persona que concurre a emitir su voto, en el contexto de la soledad del cuarto oscuro, se encuentra con un sin fin de boletas y debe elegir, entre ese largo universo de constelaciones de partidos políticos, una de ellas para cada uno de los cargos electivos que se ponen en disputa el día de la elección. Con la reforma en el sistema electoral, cada uno de esos cargos se votaría de manera separada y habría tantas boleta únicas como el número de cargos, las cuales, se colocarían en un mismo sobre. Al mismo tiempo, el Ministerio del Interior, vigía de la paz y del orden del comicio, asumiría a su cargo la impresión de las boletas, sustituyendo en ese rol a los partidos políticos, y en consecuencia, esto significaría para ellos un ahorro al evitar este costo.
Los defensores de esta propuesta, argumentan que la boleta única es una herramienta que será capaz de dar batalla contra las prácticas clientelísticas más extendidas, hijas de aquellos dirigentes y gobernantes que pretenden perpetuarse en el poder o acceder a él a cualquier precio, un precio que no deja reflejar la tremenda herida mortal que se infringe a la misma República, ya que lastima al corazón del sistema: el pueblo es quien elige a sus representantes. En esa jornadael proyecto de Marx se hace realidad, ya que se disipan las clases sociales, recibiendo así la misma valoración el voto de quien lo emite en los barrios coquetos de la Capital y aquel que deposita su confianza en alguna urna del interior más profundo.
Esto es posible en la teoría. En la práctica se observa la manipulación de punteros que, sirviendo a un interés concreto, no tienen cargo de conciencia alguno cuando arremeten contra la libertad de sufragio de un individuo, mediante prácticas viles, prometiéndole el oro y el moro, con una promesa vana, que nunca verá la realidad, pero que volverá a aparecer cuando la ciudadanía vuelva a elegir. Y esa posibilidad de invertir esos esfuerzos en traicionar al funcionamiento de la Democracia se hace posible cuando se cuenta con una estructura toda poderosa, capaz de solventar ese desgaste de energías y dueña de cuantiosos recursos humanos y monetarios, elementos sobre los que se sustenta su primacía territorial. Eso bien lo saben los “barones del justicialismo” que hacen gala de ese mérito desde el conurbano bonaerense, un punto neurálgico de todo este entramado, debido a la populosa población que alberga.
Es por ello que el mercado de la política presenta muchas rigideces. Básicamente, existe un fuerte desequilibrio entre la oferta y la demanda, como así también entre los distintos elementos que conforman a cada una de las partes de este mercado, mostrando entre ellos un patrón de desigualdad. Por el lado de la demanda, se rompe, como se dijo anteriormente, la igualdad natural entre todos los electores porque se altera deliberadamente las preferencias de un sector cuantitativamente importante de los electores; además, depreciado se encuentra el protagonismo de las provincias, perdido por la ausencia del Colegio Electoral y por ende, por el gigante peso de una franja del territorio nacional. Por el lado de la oferta, la estructura de mercado tiende a las características del oligopolio, al sobresalir un partido dominante y un mosaico de agrupaciones que no logran, por ahora, volcar la balanza a su favor.
Estas condiciones no deben caer en la órbita de la responsabilidad del gobierno de turno, porque no son de su obra, sino pertenece a la naturaleza del sistema. La dinámica de su ajuste se tomará tiempo para retornar a una situación de equilibrio. Pero el gobierno de turno sabe bien aprovecharlas.
De esta manera, los beneficios de la boleta única son, principalmente, para las fuerzas políticas de menor estructura, las cuales adolecen de tres cuestiones fundamentales: no pueden estar presentes en todas las mesas electorales a través de la representación de un fiscal, no cuentan con cuantiosos recursos económicos y son capaces de imprimir una cantidad de boletas no muy significante.
La boleta única podría, de alguna manera, tender al equilibrio entre los diferentes partidos políticos que resolverían esta cuestión y garantizarían su presencia en cada uno de los distritos que conforman el ámbito de competencia electoral.
¿Qué resuelve? ¿Soluciona el robo de boletas? La respuesta es sí. Como todas las listas figurarán en una misma hoja llegarían a todas las escuelas y ningún puntero cometerá el delito de llevarse consigo boletas de otros partidos… ¡porque estaría robando a la agrupación que pertenece! De esta forma, el votante no se expone al riesgo que significa no encontrar el papel partidario que buscaba y terminar alterando su decisión.
No obstante, no es lo único que desentraña. Otra de las “picardías” de la dirigencia criolla es “el voto cadena”. ¿En qué consiste este ingenioso método? El domingo por la mañana el puntero barrial recibe del fiscal de su partido un sobre firmado por las autoridades, en el cual introduce una boleta de su fuerza política, lo cierra y se lo entrega a otra persona que concurre a votar. Una vez en la escuela, el presidente de mesa le entrega su sobre correspondiente e ingresa al cuarto oscuro. Allí, introduce entre su ropa el sobre dado por este último. Finalmente, el votante al salir deposita el sobre anterior en la urna. Luego debe darle el sobre, que escondió, al puntero, quien al tiempo de recompensar al elector, reinicia la cadena con ese sobre. Dicen los especialistas, que la influencia del voto cadena no se siente en un proceso electoral de alcance nacional pero sí es capaz de dar vuelta una elección municipal.
Por otra parte, lo que no toca la boleta única es la lista sábana. La oculta pero no la quita. En esa hoja se encontrarán los primeros tres nombres de la nómina de candidatos a diputados, pero en la pared habrá un afiche que informará el resto de los postulantes que integran esa lista.
La lista sábana merece un capítulo aparte de análisis, pero vale la pena señalar que el problema se centra más que nada en la provincia de Buenos Aires, donde el número de aspirantes asciende a treinta y cinco. En el resto de los distritos, ese número va descendiendo hasta representar, en algunos casos, una cifra sensiblemente inferior respecto a la propia del territorio bonaerense.
La iniciativa enfrenta, una vez más, a oposición y a oficialismo. El arco opositor ve a esta herramienta como parte de un instrumental que pueda amenazar con desbancar al peronismo de su poderío electoral.
Desde la Coalición Cívica, Elisa Carrió afirmó que “se está preparando el fraude… y si son tan transparentes, que establezcan la boleta única y que venga la OEA”. Por su parte, el jefe de Gobierno de la Ciudad de Buenos Aires está impulsando el proyecto para que el sistema sea adoptado para las elecciones porteñas.
En la vereda de enfrente, el ministro Aníbal Fernández adujo que si todas las fuerzas políticas estuvieran incluidas en una misma boleta, la misma tendría “el tamaño de una bandera de ceremonia”, por lo cual, para el oficialismo, esta práctica es irrealizable. Pero lo cierto es que Australia, país mentor de este sistema, lleva más de una centuria empleándolo. Lo cierto también es que lo utilizan Brasil, Chile, Colombia, Costa Rica, Ecuador, El Salvador, Guatemala, Honduras, México, Nicaragua, Panamá y Paraguay. Dentro de América Latina, Argentina y Uruguay representan la excepción. Por tanto, ¿es imposible de instrumentar?
La cuestión de la boleta única debe ser un asunto que merece un debate en serio. El sistema electoral requiere sin dudas una decisión que lleva a replantear el rol de muchas de sus instituciones que hoy están en crisis, dejando a un lado las especulaciones para un lado y para el otro de la dirigencia. No es casualidad que los sectores que manifiestan una postura contraria al proyecto son los que se benefician de los vicios actuales.
La boleta única no resuelve su problemática en su totalidad, deja algunas lagunas, pero es algo. La pobreza, la marginalidad, la exclusión, son flagelos que debilitan la principal arma que cuentan estos sectores para salir de su dramática situación cotidiana: el voto. Pero esa arma se vuelve en contra, en reiteradas oportunidades, y no hace más que perpetuarlos en esas circunstancias. La boleta única debe ser el primer paso de una auténtica reforma política que lleve a una profunda conciencia del ser, a una profunda conciencia de ciudadano.
No hay comentarios:
Publicar un comentario